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Nos encontramos ante un nuevo ciclo en el que ellas claman mayor visibilidad y reconocimiento. El cambio en esta industria está teniendo lugar, pero no tan deprisa como se desearía.


Sara Sáez Definitivamente, la moda no es cosa de mujeres a pesar el sector la tiene como principal objetivo y su mayor consumidora. Como ocurre en muchas otras industrias, en la de la moda la paridad entre hombres y mujeres es un objetivo difícil de lograr. No hace falta más que echar un vistazo a sus engranajes. Mientras que la base, la dedicada a la confección pura y dura (patronistas, cortadoras, tejedoras, costureras, bordadoras…), es un área tradicionalmente feminizado (en España, por ejemplo, el número de trabajadoras dedicadas a ello era en 2015 de 33.200 mujeres, un 5% más que el año anterior), según vamos escalando posiciones de mayor responsabilidad, el papel de la mujer va difuminándose.  Durante la presentación de la temporada Primavera-Verano de 2016, la web Business of Fashion (BoF), dedicada a analizar lo que se cuece en la industria fashionista, investigó la presencia de las marcas femeninas de prêt-à-porter que participaban en las semanas de la moda de Nueva York, Londres, París y Milán y los resultados fueron devastadores.

De los cerca de 371 diseñadores que estaban a la cabeza de las 313 marcas presentes, sólo el 40’2% eran mujeres. Además, entre las cuatro ciudades había notables diferencias. Mientras que en Londres (con un 40,5%) y Nueva York (con un 47’3%) la presencia femenina era mayor gracias a la entrada de gente joven, en la de Milán (con un 31%) y en la de París (con un 37%) los nombres predominantes eran masculinos. “Mientras que algunas casas de moda fueron fundadas por mujeres –se lamenta Julie de Libran, directora creativa de Sonia Rykiel- hoy, por desgracia, están dirigidas por hombres”. En 2015, las mujeres eran menos del 25% dirigiendo una marca y la cosa empeora si nos acercamos a las grandes enseñas.

Día de la Mujer Trabajadora/ Artículo

© MAR ORDONEZ/ EL ARTE DE MI MADRE

Además de la anteriormente citada Julie de Libran está Phoebe Philo en Céline, Maria Grazia Chiuri en Dior, Carol Lim en Kenzo, Bouchra Jarrar en Lanvin, Sarah Burton en Alexander McQueen… La lista de mujeres que toman los mandos creativos en firmas de grandes emporios del estilo de vida del lujo tristemente se cuentan con los dedos de la mano. Por otro lado, están las féminas que controlan sus propias firmas, desde Stella McCartney hasta Miuccia Prada pasando por Donna Karan, Diane Von Furstenberg o Donatella Versace. Esta última, hizo un comentario que puso el dedo en la llaga: “El feminismo está muerto en el mundo. Es cosa del pasado. Me considero feminista y quiero luchar pero no veo a mucha gente con este mismo deseo. Las mujeres no se ayudan entre sí especialmente en la moda”.

Esa poca solidaridad existente entre las féminas dedicadas a la costura, no ocurre entre los hombres. Ellos consiguen convertirse en una compacta piña patriarcal. “En una industria en manos masculinas, son ellos los que toman las decisiones -dijo Julie de Libran en una ocasión-. Cuando tienen que elegir entre un hombre y una mujer para un puesto de responsabilidad, siempre elegirán al hombre”.

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Hay otros factores que agravan aún más la situación. Como cuando ven a la diseñadora/asesora como un mero objeto decorativo cuya opinión se oye pero no se escucha. Es lo que que le ocurrió a Sarah Jessica Parker cuando fue nombrada por la marca Halston en 2010 directora creativa con el objetivo de salvarla de su  declive. “Me contrataron para levantar una compañía de moda, por un año más o menos -contó al respecto la actriz-. No quiero mencionar nombres, pero me sorprendió encontrarme con una actitud obsoleta con respecto a las mujeres en el plano de los negocios. Allí, las mujeres que tenían cargos importantes eran tratadas como marionetas o figurines. Entonces les dejé claro que mi voz era tan importante como la de ellos y que, si querían que participara activamente en la compañía, tendrían que tener una conversación abierta conmigo”. Aquella charla nunca tuvo lugar y el paso de la Parker por la casa fue breve y decepcionante.

Otro de los factores por los que los cargos directivos en empresas norteamericanas y europeas están en manos del 3’8% de las mujeres (y en el área dedicada a las ventas sólo el 1’7%), es porque los hombres hablan mucho más fácilmente de asumir riesgos. En ellos es más frecuente que se dirijan a sus jefes pidiendo un aumento de sueldo o una mayor promoción. En este caso, las féminas deberían de ser más activas y atreverse más. Algo que ya están aprendiendo las generaciones más jóvenes.

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“Mientras estudiaba en Central Saint Martins -comentaba la creadora Sarah English- oía fantasear a mis compañeros varones sobre que iban a apuntar a las casas de moda más importantes”. Valentía, convicción y ambición son las cualidades que a las mujeres de la moda les falta porque capacidades, les sobran. No hay más que ver cómo son ellas las que resultan laureadas en los premios más prestigiosos en los últimos años: Mary Katranzou ganó el BFC Vogue Fashion Fund de 2015, Johanna Senyk se llevó el Andam con su marca Wanda Nylon en 2016, Marta Marques (del dúo creativo Marques Almeida) consiguió el prestigioso LVMH para jóvenes diseñadores en 2015…

El talento siempre ha existido, pero nos encontramos ante un nuevo ciclodonde las mujeres están clamando mayor visibilidad y reconocimiento y, es verdad que el cambio en la industria está teniendo lugar, pero no tan deprisa como se desearía.

 

Fuente: vogue.es

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